14 enero 2020

LA SEGURIDAD, DE LA PREDICACIÓN A LA PRÁCTICA


Seguridad: ¿es realmente la prioridad número uno?

En muchas organizaciones se repite constantemente que la seguridad es lo más importante. Se menciona en visitas de clientes, entrevistas con empleados y reuniones internas. Sin embargo, cuando esto realmente es parte de la cultura, no es necesario repetirlo: se nota desde que uno pone un pie en el piso de producción.

“Tus acciones hablan tan fuerte, que no puedo oír lo que dices.”

¿Por qué seguimos teniendo los mismos problemas?

En la mayoría de las investigaciones de accidentes o incidentes, la causa raíz más común es la misma: falta de entrenamiento. A pesar de contar con registros, listas de asistencia, y reentrenamientos periódicos, los resultados no mejoran. Esto apunta a una falla más profunda en el sistema de gestión de seguridad.

Debilidades comunes en el sistema de seguridad:

  • Procedimientos y registros incompletos o inexistentes.

  • Entrenamientos impartidos solo por personal interno, muchas veces sin la certificación adecuada.

  • Falta de espacios apropiados para la capacitación, lo que provoca distracciones por tareas urgentes.

  • Falta de seguimiento a los hallazgos de los recorridos del comité mixto de seguridad e higiene. En ocasiones, ni siquiera se realizan.

  • KPIs de seguridad con poco avance: accidentes, incidentes y condiciones inseguras siguen ocurriendo.

  • Ausencia de presupuesto específico para mejorar condiciones de seguridad, actualizar equipos o capacitar al personal.

  • Cultura de miedo al reporte de riesgos o errores, por temor a represalias. Esto debería transformarse en una cultura de mejora continua.

  • El responsable de Seguridad e Higiene suele cargar con toda la operación, cuando debería ser una responsabilidad compartida entre todos los niveles.

El problema empieza en el diseño

Un área frecuentemente olvidada es la introducción de nuevos equipos o procesos. Muchas veces se adquieren sin considerar requisitos mínimos de seguridad: llegan sin guardas, sin sensores, sin barreras físicas, sin integración con la normativa de seguridad. Esto representa un riesgo desde el primer día de operación.


Conclusión: la seguridad no se predica, se practica

Decir que “la seguridad es primero” no basta. Para que eso sea una realidad:

  • Se debe capacitar con calidad, no solo con cantidad.

  • El liderazgo debe dar el ejemplo con acciones, no con discursos.

  • La inversión en seguridad debe estar presente en el presupuesto anual.

  • Y sobre todo, se debe fomentar una cultura donde reportar riesgos no se castigue, sino que se premie.

Solo así podremos hablar, con hechos, de una organización que realmente pone la seguridad como prioridad número uno.

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